domingo, 10 de mayo de 2009

Juegos...

No sé cómo iniciar esta entrada. Los dedos se traban al querer escribir, porque los sentimientos, a veces ayudan, a veces detienen. Aún me duele todo. Es como cuando termina uno de hacer ejercicio y sabe que le va a doler el cuerpo; al día siguiente, todo el ácido láctico acumulado hace que los músculos no funcionen adecuadamente. Así es con el corazón.

Aún me duele. Es extraño, pero aún me duele. Puedo querer hacerme el fuerte y aceptar la realidad (no hay de otra), pero aún me duele. Y, como no funciona adecuadamente, hace movimientos bruscos que, irremediablemente acaban siendo nefastos para otras personas. Por culpa de esta agujeta, se cometen errores y se hacen las cosas mal.

Ahora, he lastimado a alguien que quiero mucho. Y, ¿por qué? Por culpa del aporreamiento. No soy tonto, pero hago tonterías. Y me arrepiento, porque, cuando se hacen las cosas mal a propósito, pues se deben aceptar las consecuencias y punto. Pero, cuando se cometen errores, es lógico que uno se arrepienta por lo que se hace sin querer.

Duele, es cierto, pero sé que le duele más a ella. Normalmente no soy así. Lo que hago, lo hago sólo si lo medité mucho. Pero el cansancio me hizo hacer cosas que consideraba correctas y que, al final, sólo terminan por lastimar a la amistad. Espero aprender que no se debe jugar cansado.

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