miércoles, 8 de junio de 2011

Necesitamos más Chicharitos pt. 2

Justo ayer sucedió. Ayer, todo fue más claro y todo es más sencillo de entender y explicar.

Necesitamos más Chicharitos. Muchos más Chicharitos.

Dicen que las comparaciones son odiosas pero, en este caso, lo creo necesario.

Goleadores ha habido muchos en México. Ahí están Enrique Borja, Salvador Reyes, Zaguinho, Carlos Hermosillo y Hugo Sánchez. Pero no necesitamos más de ellos. Necesitamos más Chicharitos. Y es que ayer encontré el ejemplo perfecto de por qué necesitamos más gente como él.

Al llegar la selección a Charlotte, Carolina del Norte, segunda sede del Tri en la Copa Oro 2011, dentro del grupo de gente que fue a recibirlos, se encontraba una muchacha mexicana llamada Jessica. Puede parecer poco menos que ordinario, porque Jessica es un nombre común y mucha gente espera a la selección en su hotel de concentración en los diversos certámenes en que participa. Bueno, pues, sucede que Jessica sufre de Espina Bífida, una enfermedad incapacitante. En su silla de ruedas, esperaba ver a la selección y, especialmente, a Javier Hernández, el ídolo de la afición. Al bajar del autobús, sin que nadie se lo pidiera, Hernández vio a Jessica y, sin dudarlo, fue hacia ella para darle autógrafos y tomarse fotos con ella. Jessica lloró de la emoción, como casi está haciendo su narrador en estos momentos. Estoy seguro que, a pesar de vivir en un país con una infraestructura infinitamente superior a la de México, como es Estados Unidos, su vida no ha sido para nada fácil. Batalla contra muchos obstáculos que se le presentan. Sin embargo, estoy seguro, también, de que Jessica nunca va a olvidar ese momento en que su ídolo, ése que le mete goles cada domingo a los mejores porteros del mundo, en los mejores estadios del mundo, contra los mejores equipos del mundo, se tomó el tiempo de ir con ella para hacerle un poquito alegre un momento.

Goleadores ha habido muchos. Chicharitos pocos. En otra anécdota que viene al caso, un amigo mío, en una ocasión, se encontró en el aeropuerto de la Ciudad de México, con el equipo de los Pumas de la UNAM. En aquellos ayeres, el equipo de Universidad era dirigido por el pentapichichi, goleador, certero y letal Hugo Sánchez. Mi amigo buscó algo en qué pedirle un autógrafo y se acercó al gran futbolista. Cuando mi amigo le pidió su firma, Hugol, con un gesto despectivo, sin voltear a verlo, le dijo tajantemente: "No puedo. Estoy leyendo el periódico."

Chicharito es especial por eso. Es exageradamente bueno para jugar futbol. José Mourinho, técnico del Real Madrid, ha comenzado a buscar negociarlo, pero Sir Alex Ferguson, su homólogo del Manchester United, equipo donde juega Hernández, ha dicho que Javier es intocable y que ni Higuaín o Benzemá lo harán cambiar de parecer. A pesar de ello, entiende muy bien dónde está y que es gracias a esa gente como Jessica que gana las 50,000 libras semanales que le pagan. Se gana su salario con su calidad deportiva; se quita cualquier envidia de encima con su calidad humana.

Necesitamos más Chicharitos porque sólo el Chicharito ha logrado comprender que no estaría donde está si no fuera por esa gente que va a los estadios a verlo meter sus goles de cara y de nuca. Chicharito es especial porque hace llorar a sus fans de alegría, no de tristeza (imaginen si mi amigo hubiera sido un niño pequeño o alguien como Jessica que con esfuerzo va a ver a su ídolo). Chicharito es especial porque trabaja bien y sabe para quién trabaja.

Todos gritemos su nombre. Coreemos su nombre. Él es el verdadero ídolo. Qué más da si es técnicamente más limitado que Giovani dos Santos o Andrés Guardado. Qué más da si juega en el América alguna vez. Qué más da si mañana decide retirarse y jamás rompe los récords de Hugo o de Hermosillo. Para mí, ya se ganó su lugar como el mejor jugador mexicano que ha habido. Para mí, ya es el ídolo que México necesitaba.