martes, 22 de febrero de 2011

Microcuento



México

-Esto se nos está yendo de las manos.
-No, compadre. Esto se nos está yendo a la mierda.


jueves, 10 de febrero de 2011

Una vez más

Le gustaría verla una vez más. Sentado en su habitación, leyendo un libro, realmente no lee, porque piensa en ella, que llegó hablando de magia y música y humor. Pensaba en ella, que no vive en un mundo de maravillas, sino que las maravillas, las dice, las hace, las tiene ella. En ella, que ha visto tan poco, pero que ha disfrutado tanto a su lado. En ella, que le gustaría ver una vez más.

Piensa siempre en ella y trata, sin lograrlo completamente, de escribirle una carta. Hace tiempo que quiere hacerlo. Hace tiempo que lo ameritaba. Hace tiempo que tiene cosas que escribir y que no se atrevía. ¿Por qué? Porque así es él. Tenía miedo de lo que pudiera responder. Ahora, le encantaría saberlo.

Le gustaría verla una vez más y no se ha podido. Por una u otra razón no se ha podido. Parece tanto el tiempo que hace de la última sonrisa de ella frente a su mirada. Y parece tanto porque es tanto. Casi nunca se ven. Y, al mismo tiempo, no sabe si ella quiera que se vean. Parece que sí y, a veces, parece que no. Duda. No lo sabe. Es extraño, porque, cuando están juntos es genial, el tiempo vuela y se divierten. Pero es tan a cuentagotas el tiempo juntos.

Le gustaría verla una vez más y no sabe si ella quiera lo mismo y eso le hace sentir tantas dudas.

Y es raro, porque, al no verse, él siente algo que nunca antes había experimentado: la extrañaba. Toma el lápiz y empieza la carta y escribe con su mejor caligrafía: "Te extraño". Y es que, junto a ella, siempre quiere ser mejor. A veces exagera al intentarlo, pero no le importa. Piensa en ella, y en esa sonrisa que quiso besar y que aún quiere besar. Escribe eso sobre el papel. La carta toma forma.

Se acerca una fecha especial y quisiera estar con ella. Sabe que ella no querrá o no podrá y terminará frustrado. No sabe si intentarlo. Al menos la carta quedará lista. Sonríe, la recuerda y recuerda su cuerpo amable de princesa, su figura exacta y sus curvas de tentación, sus manos gentiles, sus ojos claros, toda ella.

Y, de pronto, recuerda esos momentos en que pareciera que no quiere estar con él. Toma la hoja de la carta, lee en voz alta algunas líneas "te extraño", "tu figura mágica", "tu inteligencia que me hace sentirme tan pequeño, pero, a la vez, tan afortunado de estar a tu lado"... Se frustra, pero no llora. El llanto es para los amantes, no para los enamorados. Se dirige a su cuarto a dormir.

Mientras él hace bolas la carta y la lanza al bote de basura, como pretendiendo que el viento de la parábola que describe su tiro borre las palabras que salieron del corazón pero terminarán en el basurero, ella se acuesta en su cama a dormir, pensando en él y en lo mucho que desea que él no se rinda.