jueves, 8 de julio de 2010

Esférico 2010 - Parte IV. Volver con la frente marchita.

(Argentina-México)

En 2006, la Selección Mexicana llegó a octavos de final, tras ganar un partido, empatar otro y perder otro en la ronda de grupos. La llave llevó a México a enfrentarlo con Argentina. Con un equipo lleno de estrellas, como Crespo, Abbondanzieri y un muy joven Messi, la Albiceleste venció al Tri con un golazo épico en el tiempo extra de un 1-1 dramático, sufrido y muy bien jugado. Le tocó, después, a Argentina enfrentar a Alemania y perder en penaltis, con un Jens Lehmann inspirado (y preparado).

Cuatro años después, la Selección Mexicana llegó a octavos de final, tras ganar un partido, empatar otro y perder otro en la ronda de grupos. La llave llevó a México a enfretarlo una vez más con Argentina. El perfecto déjà vu para el perfecto partido. México alineó a Guardado y Chicharito en lo que pareció el mejor planteamiento de toda la Copa del Mundo y comenzó, así, el que parecía el partido para la Historia, el fin de los complejos, la salvación de las masas.

México dominó el primer lapso de partido. Salcido estrelló un tiro en el travesaño, Guardado mandó un disparo muy cerca del poste derecho del meta argentino y Hernández mandó un remate desviado. Messi, como todo el mundial, se sentía desesperado y, tras un leño por parte de Torrado, se vio muy temeroso y debajo de su nivel. Parecía que sólo era cuestión de tiempo para que México aventajara en el marcador. Sin embargo, justo como con los demás partidos del mundial, México dominó y, cuando parecía dominar más, un error gravísimo de los árbitros dio como válido un gol en clarísimo fuera de lugar. Esto terminó por desconcentrar al equipo, propiciando un error de Osorio que derivó en el segundo gol.

México no pudo reaccionar. Tévez anotó un golazo y puso el 3-0 lapidario. Aun con el gol impetuoso de Javier Hernández, México no pudo reaccionar. Perdieron como siempre. Lo malo de todo esto es que no jugaron como nunca. Su juego ya desde hace tiempo es el mismo. Muestran talento y buen manejo de balón; su técnica en cada línea es notable y cada vez hay más jugadores que debieran militar en ligas más competitivas que la mexicana. Jugaron como siempre y perdieron como siempre. A pesar de dar el paso en la forma de jugar, no dan el paso de avanzar a la siguiente fase.

Se pueden rescatar muchos aspectos muy buenos del partido: desde la determinación con la que salió Guardado a jugar, la calidad de Salcido, la garra que pone Torrado, la tranquilidad en defensa que ha brindado el Maza Rodríguez, la solidez ofensiva que ofrece Javier Hernández y la excelente disposición de Juárez y Barrera, hasta la manera en que los jugadores y el técnico afrontaron la derrota y dieron la cara a los medios. Sin embargo, como en cada partido, los errores han sido fatales para la causa tricolor.

El primer error no se dio en el partido en sí, sino desde antes: Las alineaciones poco arriesgadas de Aguirre dejaron un mal sabor de boca en toda la afición y los medios. Nadie entendió del todo por qué no había incluido a Guardado más que en dos medios tiempos durante toda la ronda de grupos y por qué si Hernández había sido el mejor anotador del proceso previo al mundial, prefirió alinear a Guillermo Franco, quien fallaba cada partido en todas las funciones que se le habían encomendado. Hernández anotó el primer gol en la victoria sobre Francia y, aún así, no fue de la confianza de Aguirre como para jugar de itular contra Uruguay. Lo de Guardado rayaba en lo grotesco. Fue, sin duda para nadie, el mejor jugador en el campo cada vez que jugaba. Andrés se animaba, corría, metía, peleaba, disparaba y, después, inevitablemente, tenía que salir ante la terquedad de un técnico que, notoriamente, tenía un problema personal con el volante del Dépor. No significa que jugando ellos se hubiera logrado ganar todos los partidos por goleada, pero siempre quedará la duda de qué habría pasado si Aguirre se hubiera arriesgado. Si se hubiera perdido arriesgando, nadie habría criticado, pero se perdió con los mismos de siempre, jugando el mismo futbol de siempre. Yo no creo, sin embargo, que lo de Bautista haya sido un error. En los 45 minutos que jugó, no desentonó con el equipo (como sí lo hicieron Blanco y Franco), luchó y generó, al menos, una jugada de peligro por una falta que le cometieron. No fue el más brillante, pero no fue el desastre que quieren convencer a todo mundo.

El segundo error no fue de los jugadores (hasta cierto punto) ni del entrenador: Los árbitros no marcaron dos fueras de lugar en una misma jugada, la cual derivó en el primer gol de los gauchos. Sin embargo, el Conejo Pérez pudo haber contenido el balón. Si bien es inadmisible este tipo de errores, fue evidente en el estadio por culpa del productor que permitió la repetición en la pantalla gigante y trae de nuevo la discusión sobre la inclusión de la tecnología en el deporte de las patadas, pudo no haber sucedido si Óscar Pérez hubiera manejado de mejor manera la jugada. Ese día fue el más negro en la historia del arbitraje de los mundiales, con un error garrafal por partido.

El tercer error fue causado por la desconcentración producto del error arbitral: Ricardo Osorio demostró una vez más que más allá de su excelente calidad como jugador, le falta carácter para enfrentar partidos de esta magnitud. Basta recordar que falló el penal decisivo en la tanda contra el mismo Argentina en la semifinal de la Copa Confederaciones de 2005 y ver de nuevo el pase para gol que le dio a Heinze para entender la afirmación anterior. Lástima, porque tiene mucha calidad, aunque su mejor tiempo ya pasó.

El cuarto error: la pésima capacidad de reacción de México. Si bien es común que domine los partidos y acabe recibiendo el primer gol, la Selección Mexicana carece de capacidad de reacción. Su excelente capacidad no es suficiente para contrarrestar los embates y el momento anímico que brinda el gol. Los partidos, cuando se van perdiendo, se debe buscar empatarlos. Pareciera que los jugadores no entendieran esto. Sólo algunos siguieron luchando sin cometer tantos errores, sin ofuscarse y con la firme convicción de cambiar el destino: Salcido, Guardado y Hernández. Y, una vez más, Guardado salió de la cancha. Giovani se perdió, pero no porque no jugara un buen partido; su función fue diferente y no lució tanto, sin embargo dio un gran partido recuperando balones y distribuyendo las jugadas.

Con estos errores, ya era demasiado tarde para lograr algo de este barco a medio hundir.

Pero, ¿Qué pasa? Porque debe haber una razón para que se repitan los fracasos cada cuatro años. Muchos medios, directivos, jugadores y demás gentes allegadas a la federación repiten una y otra vez "no es momento de señalar culpables". ¿Que no es momento dicen? Si no es ahora, ¡¿Entonces cuándo?! Cada cuatro años es lo mismo. Si no se encuentran las causas, no se pueden encontrar, tampoco, las soluciones a los problemas que enfrenta el futbol mexicano y que le han estancado en una posición poco privilegiada.

No pueden ser los jugadores, quienes representan la que quizá es la mejor selección mexicana de todos los tiempos. No puede ser el técnico que vino a salvar a la selección de quedar eliminada en el hexagonal de la débil CONCACAF. No puede ser la fiel afición que partido a partido dejan lo que sea que estén haciendo para apoyar al Tri. No puede ser esta directiva que se esfuerza porque se trabaje de la mejor manera el la Selección. No. No pueden ser ellos.

Son los jugadores displicentes que no dan todo de sí en un partido tan importante como el del 27 de junio; es ese técnico que vino, según él, a entrenar a un equipo jodido, en un país jodido, con jugadores jodidos y con un futbol, sinceramente, jodido; es (somos) esa afición que permite que su selección los (nos) defraude una y otra vez y permite (permitimos) que ese señor que se hace llamar director técnico de la Selección Nacional de México, llame jodido al país que amamos y que cualquiera de nosotros desearía representar o dirigir; es esa directiva que permite que los Hugo Sánchez, Nery Castillo, Javier Aguirre, Sven-Goran Eriksson y demás, dañen a la Selección, que acuerda juegos y publicidad sin hacer nada bueno por la parte deportiva, que contrata técnicos poco capacitados y no exige resultados... Somos todos culpables.

Los culpables de esta debacle somos todos. Si no se hace algo pronto, terminaremos por descender aún más. El tener a la generación de jugadores que se tiene y no sobresalir, no es estancarse, sino retroceder. Otras selecciones con equipos más modestos, como Corea del Sur en el 2002, Croacia en el 98, Bulgaria en el 94, Turquía en 2002, entre otros, han logrado dar el salto y México aún no. Se debe trabajar por mejorar, no por mantenerse. Aún no se ha logrado nada real.