miércoles, 21 de diciembre de 2011

Nación en Peligro


La nación está en peligro.

La democracia que tanto pregonan los tres principales partidos políticos de México está desvaneciéndose y cada vez más se ve desteñida en esta tela tricolor que saludamos con orgullo y con honor. El pueblo está cada vez más a expensas de poderes superiores que frenan los procesos democratizadores que durante más de veinte años se han venido sucediendo en el país.

En 1988, con el supuesto fraude electoral (supuesto porque no quedan pruebas y nunca se logró iniciar ningún proceso real de cancelación de la elección), se inició un proceso de concienciación que ya derivó en 2000, 2006 y 2009 en eventos populares de cambio y lucha por el poder. Veinticuatro años han pasado y deberíamos estar más listos que nunca para un cambio. Sin embargo, pareciera que tendremos más complicaciones que nunca en ese terreno. Es más, en los últimos meses hemos retrocedido en el tiempo de una manera compleja y desesperanzadora.

La aberración del poder

Democracia es un término mal entendido. La raíz etimológica ha perdido sentido, como lo ha perdido en tantas palabras que utilizamos día a día. A diferencia de lo que nos quieren hacer creer los protagonistas de la política del país, democracia NO SIGNIFICA elegir a nuestro presidente, gobernador, alcaldes, diputados, senadores… democracia significa que el pueblo sea el que gobierne.

Desde el inicio de los procesos democráticos del siglo XX, se ha presentado al presidente como un salvador, un mesías, un emperador. Es ese mal encauzamiento de la idea de la democracia el que termina por tumbarlos de ese pedestal y dejarlos, normalmente, como personajes indeseables una vez que han terminado su periodo. Es ese mal encauzamiento de la idea de democracia y de presidente el que les ha dado poder para dañar, para herir al pueblo que los eligió como su capitán, en hechos decididos unilateralmente tan reprobables como la masacre de Tlatelolco, el jueves de Corpus, la guerra sucia, el FOBAPROA y la guerra contra el narcotráfico. Es ese mal encauzamiento de la idea de la democracia el que nos hace víctimas cada seis años de un proceso doloroso, cansado, que hace ver a cada uno de los candidatos como los encargados de hacer este país un mejor país y que, finalmente, aquél que llega se convierte en un vendedor de humo y despilfarrador, que gasta los impuestos que pagamos todos en proyectos que se les ocurren y que nadie les dijo que hicieran.

¿A poco no se ven bonitas las paredes llenas de los rostros de los candidatos cada seis años? Y todos dicen “yo soy el bueno para gobernarte a TI”, “yo sí sé en qué cosas inútiles gastar TU DINERO”. Y, lo más triste es que vamos y votamos precisamente por el que nos convence de ello. ¿En qué momento nos convertimos en cómplices de este juego ruin al que juegan los políticos en años de elecciones?

El pueblo, en su inconsciencia no se da cuenta de que tiene el poder. En Alemania, el palacio legislativo tiene una cúpula donde la gente que visita puede andar. Esta cúpula está situada exactamente encima de la sala de sesiones del parlamento, simbolizando que el pueblo, la gente, siempre estará por encima del gobierno. El gobierno existe para impartir justicia, promover el orden y asegurar la libertad de su pueblo, pero nada más. Las decisiones, el camino que toma la nación debe ser decidido por el pueblo y no por unos cuantos (o uno, como en los buenos tiempos de López Portillo o Echeverría). Ésa es la verdadera democracia. Países como Austria tienen un proceso en el cual la gente decide qué proyecto es el que se realizará con sus impuestos. Aquí se ha imitado, pero no se ha institucionalizado. Hacia allá se debe apuntar: aquél momento en el que los servidores públicos sean eso y no personas intransigentes, burocráticas, cargadas de un poder que no es suyo y que no merecen por estar en una silla bonita. El presidente, el gobernador, el alcalde, el diputado, el senador, el secretario, el regidor… ninguno de ellos es un rey o una reina con poder infinito. El pueblo es el que tiene el poder infinito. El pueblo es el que manda.

En este momento en la historia de México estamos en un punto especialmente vulnerable. No somos más la sociedad sin país de principios del siglo XIX, la nación harta de las injusticias de inicios del siglo pasado, el país ingenuo de los años 50 ni el país revoltoso de los 60, 70 u 80… Somos un país maduro en ideologías, pero inmaduro en conocimiento. Y, desafortunadamente tenemos las mismas razones para ser revoltosos, los mismos líderes que nos hicieron ingenuos, las mismas injusticias de antes y, creámoslo o no, no tenemos país. México nos ha abandonado a nuestra merced, pero porque nosotros mismos lo entregamos a unos cuantos con dinero e inteligencia, mas no ética. México ya no es nuestro y, aunque no estamos tarde para recuperarlo, este momento de vulnerabilidad es peligroso y significa la posibilidad de perderlo para siempre.

El abstracto cuarto poder

Existen dos factores principales que nos han alejado de la posibilidad de no recuperar al país. El primero de ellos es ese cuarto poder que nos llena los noticieros, los diarios, las charlas entre amigos y familiares. El primer factor es tan omnipresente que vivimos en un miedo constante de que se nos aparezca y nos llegue la mala hora solamente porque a unos cuantos se les ocurrió poner una bomba. El primer factor es el crimen.

Muchos comparten mi idea de que el país está perdido. Se nos fue de las manos. Ya no tiene solución a corto plazo. México está en manos de un ente superior que no nos deja ser libres (primera falencia del estado). Las adquisiciones de bienes y servicios han ido disminuyendo, la gente se mueve más y se queda menos y el miedo es generalizado. Ya no es solamente la posibilidad de ser robado, asaltado o secuestrado. Ahora, no puede uno estar seguro de que no van a llegar comandos armados (de los “buenos” o de los “malos”) a balacear o bombardear algún lugar donde, de pura casualidad, uno se encontraba tratando de imitar una vida normal que hace tiempo tiene perdida. 60 mil muertos no pueden estar equivocados. El país está mal, muy mal.

Nos hacemos los valientes, pero muchos dudamos seriamente cuando tenemos que viajar a alguno de esos estados sitiados como Michoacán, Sinaloa, Jalisco o Tamaulipas. Monterrey es una ciudad perdida y el ir a la Ciudad de México ya no suena como una idea tan mala. Al menos ahí no vas a morir balaceado. Perder la cartera ya es lo de menos.

¿Por qué es un poder? Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Criminal. Esos son los nuevos poderes. Decisiones de nación ahora son tomadas basadas en lo que es el crimen organizado, las mafias y los bandoleros. A diario se escuchan declaraciones de líderes políticos que dicen algo sobre lo que se debe hacer con los criminales. México ya no es un lugar dónde invertir. El país está gobernado por el crimen. La gente le hemos entregado el poder, simplemente porque no podemos con ellos. Son los abusones que antes se peleaban sólo entre ellos y que, ahora, nos han metido en sus broncas sin que podamos hacer nada al respecto.

Tan importante es el crimen que el actual presidente, Felipe Calderón, ha declarado, sin sustento, que las elecciones de gobernador en el estado de Michoacán, han sido manchadas por el crimen (qué diferente habría sido si su hermana hubiera ganado, pero ése es otro boleto). Estados enteros, según Calderón, viven en un ambiente enlodado por unas personas (y no digo “unas cuantas” porque de eso no estoy ya tan seguro). Es por demás ilógico, siendo que TODOS los partidos, especialmente el PAN, con su inmenso poder económico tiene la posibilidad de colocar en cada casilla observadores reales y ‘ciudadanos’, pero bueno… este es el país que tenemos: uno de dichos y disparates y disparos.

Y, peor aún. Dios nos agarre confesados, que el año que entra es año de elecciones generales. ¿Ya elegiste por quién votar? Como que ni a quién irle. Y esto es generado por esa incertidumbre total en la que vivimos, donde no sabemos quién es el que mueve a los candidatos, si nuestro voto se va a respetar o si “el crimen nos dejará votar en paz, no como en Michoacán”.

El malo, el peor y el feo

Esta encrucijada que nos espera el 1ro de Julio nos presenta el segundo factor de vulnerabilidad. El 2012 nos trae una contienda encarnizada entre tres fuerzas, tan poderosas todas, que pintan para dejarnos noqueados en el primer round.

Primero, tenemos al PRI, con su precandidato único, Enrique Peña Nieto. Que es un inculto, es cierto, no lo pude negar y no podemos ser ciegos ante lo inminente. Si no supo decir tres títulos de libros que lo marcaron es porque, precisamente, nunca ha leído. Está acostumbrado a no tener que leer. Pero, eso no es lo más cuestionable de su figura. Tampoco lo es el ser un títere de Carlos Salinas de Gortari. Todos los políticos, excepto gente tan séptica como Diego Fernández o el mismo Salinas, tienen gente detrás que los ha apoyado y que firman en realidad los decretos. Lo más reprochable de esta figura es la facilidad con la que nos expone su vacuidad en los medios. Es doloroso ver a gente que ha tratado de ganarse un lugar en los medios de comunicación como Carlos Marín, Denise Maerker o Adela Micha, arrastrarse a los pies de quien se ha sublimado a sí mismo como el mesías por excelencia. ¿Acaso nos hemos olvidado de la asquerosa noticia de la absolución de todos los posibles responsables de la muerte de la angelita Paulette? ¿Somos pendejos como dice la hija de este candidato y nos tragamos esas encuestas donde preguntan si es más importante leer o tener buenas propuestas de campaña? ¿Por ser un país de no lectores debemos elegir a uno? El PRI tiene a uno de los más duros colaboradores de su lado: los medios de comunicación.

Luego, el PAN, con su gran inteligencia, preparación y malicia. Admiro a la derecha del mundo por su astucia. La mercadotecnia es muy importante y el PAN la sabe utilizar. Aún no eligen a su candidato, pero algo seguro es que ninguno de los tres posibles es el mejor ni el más indicado (ninguno de los precandidatos de ningún partido hasta ahora lo es; qué diferente habría sido una elección entre Beltrones, Ebrard y Lujambio). Sin embargo, tienen un gran factor a favor: el gobierno. Y nos dimos cuenta en el 88 y en 2006 que es un factor MUY importante. Si bien el supuesto fraude del 88 fue más evidente que el del 2006, el problema en el 2006 no vino solamente después de la elección, sino antes, con la guerra sucia emanada desde el gobierno hacia el candidato que se vio ganador en enero y que perdió en julio por soberbia y por una fuerte campaña de desprestigio. Sea Vázquez Mota, la impreparada, Creel, el gris, o Cordero, el idiota, estamos ante los candidatos más débiles del PAN desde Fox. El mismo opaco de Calderón era más fuerte y fue más hábil siempre que cualquiera de estos tres. No se diga Diego Fernández o Maquío.

Por último, está la izquierda (PRD-PT-Alianza Ciudadana, etc.), con López Obrador. Su proyecto de nación tan cacareado durante siete años (en realidad más de diez), junto con su imagen sencilla lo hacen el más carismático de los candidatos (Peña Nieto es carita, pero un patán). Se ha vuelto loco desde que perdió la presidencia en 2006, pero parece que está tomando medicina o algo así, porque es otro desde hace unas semanas. Ahora, no golpea con todo y parece más cuerdo. Sin embargo, el autoproclamado “Presidente Legítimo” se ha ganado opositores como casi ningún otro líder de opinión en el país. Sus métodos no son los más sensatos, pero esto le ha dado su más fuerte carta: su propio “voto duro”. El voto duro es un término que refiere a esa gente que vota siempre por un partido, sin razón aparente. La mayoría de los partidos fuertes en el mundo lo tienen. El PRI tiene el más famoso de México y el PAN tiene el propio, sin embargo, a diferencia de todos ellos, López Obrador tiene su propio voto duro, no su partido. El PRD es débil, pero AMLO ya trae a gente que va a votar por él incondicionalmente y eso es un valor agregado que nadie le puede dar a ningún partido. Como todo personaje o partido con voto duro, también tiene su voto duro en contra, pero eso no parece afectarle, pues ganó la encuesta que elegiría el candidato de la izquierda a la presidencia por encima de Marcelo Ebrard.

Estamos a expensas de tres poderes muy fuertes que nos tienen tomados del cuello. No nos podremos escapar fácilmente de ello, porque estamos inmersos en una sociedad sin cultura generada, desarrollada y perfeccionada por esa gente que se cree magnánima y todopoderosa y que jamás nos dejará darnos cuenta. Sólo nosotros podemos salvarnos y no lo estamos haciendo como deberíamos. Estamos vulnerables y es más triste porque parecía por el 2006 y el 2009 que los tiempos de debilidad habían pasado. Incluso la alternancia del 2000 (en partido, mas no en ideología), había generado un sentimiento de poder del voto que no se veía desde 1988. Ahora, no se ve tan claro el panorama electoral, porque se han encargado de atontarnos más y más.

Lo que se nos avecina

Se nos viene año de elección en un país copado por la injusticia (¿a poco no es injusto que no podamos salir a estas calles que con nuestro dinero se han construido? ¿a poco no es dolorosamente injusto que 60 mil personas, incluidas unas 30 mil que pudieran ser criminales, hayan dejado huérfanos a sus hijos?), otro de los fallos del gobierno. Se viene una lucha por el poder en una nación sin orden, la última de las faltas del gobierno.

El pueblo necesita darse cuenta de lo que implica vivir en una democracia y de que, definitivamente, México no es una. Por el contrario, sigue siendo la dictadura perfecta que el imbécil de Vargas Llosa dijo. Es el zoológico que el imbécil de Fernando Vallejo. Pero no porque así deba ser, sino porque como pueblo, no entendemos el significado de democracia. Seguimos asumiendo que esta palabra significa votar cada tres años, pero no comprendemos que, en realidad, elegimos a quien nos va a servir, a quien le pagamos y quien TIENE que resolver nuestros problemas porque lo contratamos para ello.

El “gobierno” ha malentendido a la democracia de manera deliberada. El pueblo la ha malentendido sin querer. Y el año que entra será letal. Tres candidatos muy fuertes, no por quienes son, sino por el ejército que traen con ellos, contenderán por seis años de poder casi infinito. México deberá elegir a quien los comande durante seis años porque así se entiende la democracia en esta nación. Durante seis años le estaremos dando nuestros ahorros, nuestro trabajo y nuestras vidas (el cuarto poder provoca que esta frase que suena a cliché, a esquizofrenia, sea cierta y cada vez más tristemente cercana a todo ciudadano) a una persona que decidirá sin considerarnos, sin entendernos… ¡vaya! Sin consultarnos siquiera.

Este es el peligro que corre nuestra nación: de quedar en manos eternas de gente que no quiere otra cosa que nuestras entrañas. Si el país se democratizara, tendrían ellos que preocuparse del poder que tenemos. Nos han ido envolviendo en un letargo que nos lleva a las urnas a votar por quien es el menos peor para dirigirnos, cuando, realmente, deberíamos elegir al mejor para servirnos, porque eso son: servidores públicos, mandatarios y no dictadores.

El 2012 es un año muy peligroso porque será la pauta. Ante candidatos tan pobres en ideas, pero tan ricos en equipos y compromisos, corremos el riesgo de perder para siempre a este país que nos ruega día a día, a fuerza de balazos, sangre y pólvora, que lo recuperemos para siempre porque siempre nos perteneció.