viernes, 16 de abril de 2010

¿Diferentes?

El día de ayer, fui a comer con mis padres a un restaurante fresón de Guadalajara. Fue cumpleaños de mi mamá, así que lo ameritaba.

Entramos, nos acomodamos en una mesa y, al poco rato, miré a la barra. Uno de los bartenders se me hizo conocido, aunque mi vista cada vez es menos confiable. No hice mucho caso en ese momento.

Rato después, volví a verlo. Su rostro era muy familiar, pero aún no entendía porqué. De pronto, hizo algo -un gesto, un movimiento- que me hizo entender quién era.

Este joven, al que llamaré simplemente E, era mi compañero en la secundaria. Era alguien popular, que tenía carisma, pero que, de alguna manera, su estatus económico lo hacía vernos como menos a los demás. Había reprobado un grado escolar y, a los quince años, en segundo de secundaria, llegaba manejando a la escuela. Perdí todo contacto con él cuando terminamos la secundaria y había pasado a ser parte de mi pasado y punto.

Pienso que, cuando uno es niño, ve las estadísticas de gente que inicia una carrera, que termina, gente que tiene las posibilidades y las desaprovecha e imaginamos, ingenuamente pero de manera idealista, que uno no va a ser de ellos y que todos quienes están a nuestro alrededor tampoco. Me vi a mí mismo: graduado de una carrera (en el Tec, además), trabajando, escribiendo, con una serie de pequeños pero importantes (para mí) logros, profesor... y luego lo vi a él: cantinero de día en un restaurante para ricos.

No me atreví a saludarlo. Al principio, me dije a mí mismo que era porque simplemente no es mi amigo y me ahorraría la vergüenza de que dijera "¿Quién eres?", aunque supiera perfectamente quién soy -es la imagen que tengo de él y prefería evitarme situaciones así-. Pero no es cierto. No es esa la razón.

En mi mente, me imaginé que podía preguntarle cómo estaba y qué hacía allí. Y, quizá, me podría haber respondido "Estoy aquí porque me gusta, me da un poco de dinero extra" o "Lo hago por diversión" o "Mi papá es el dueño y le estoy ayudando"...

O podría responderme todo lo contrario, como "Estoy trabajando porque tengo hijos y tuve que empezar a trabajar para darles de comer" o "me salí de estudiar y no he hecho nada más" o alguna otra razón que lo hiciera entrar en esa estadística en la cual, mis compañeros, mi generación, mi grupo fracasó.

Terminé por no saludarlo. Tuve miedo, y mucho, de que me contestara lo segundo, que su vida lo haya llevado ahí a la fuerza (no por descalificar la actividad de bartender, pero está dedicada normalmente para gente joven en vías de lograr algo más, o gente que va a dedicarse toda su vida a ello). Porque me pregunto ¿En realidad somos tan diferentes? ¿No podría ser yo ése que está del otro lado de la barra haciendo rusas y piñas coladas? Después de todo, compartimos una escuela, un salón de clases, dos ciclos educativos juntos; vivimos los mismos recreos, las mismas materias, los mismos profesores; nos reencontramos y seguimos siendo los mismos (¿o, no?).

Realmente me hizo reflexionar. Me pegó. Entendí muchas cosas y me hizo agradecer a la vida y al destino que me haya dado la vida, los padres, las oportunidades que me dio y que no las haya desaprovechado.

1 comentario:

  1. Insisto... No podrías ser tu ese que estaba del otro lado haciendo margaritas.

    "Yo soy yo, conmigo y mis circunstancias" (Ortega y Gasset). Tal vez pudiste estar en las mismas circunstancias, pero habrías hecho cosas diferentes y habrías tenido un resultado distinto.

    ¿te he dicho hoy que te quiero?

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