martes, 29 de marzo de 2011

Necesitamos más Chicharitos pt. 1

Voy a aventurarme a decir algo que creo de todo corazón: Javier "El Chicharito" Hernández es lo mejor que le sucedió a México en 2010 (junto con la designación de Ximena Navarrete como Miss Universo, pero ese es otro boleto).

El año 2010 para México significó un año de pobreza social, desorden político, muerte, destrucción, miedo, derrota... Fue desastroso. El año terminó con un problema de inseguridad que inundaba las primeras páginas de todos los periódicos: un muerto aquí, diez muertos acá, explosiones en bares, carreteras sitiadas y otras maravillas heredadas por la bendita guerra contra el narco. Nada estaba seguro en este país, más que la violencia que nos llenaba las calles.

De pronto, como de la nada, llegó un muchachillo alegre, gritón, dicharachero y muy educado a meter goles en uno de los equipos con más afición de México. En solamente ocho partidos, Javier Hernández, apodado "Chicharito", con veintidós años y unos cuantos partidos en primera división, anotó diez goles, convirtiéndose en el más reciente campeón de goleo del Guadalajara en la Primera División Mexicana. Al ser seleccionado nacional, no terminaría el torneo de Clausura 2010 y saldría del equipo para la concentración de dos meses, previa al campeonato mundial de Sudáfrica de ese mismo año. Sorprendió, entonces, cuando faltó a uno de los últimos partidos por ir a Europa a ver un partido del Manchester United. Más sorpresa fue el saber que el motivo de ese viaje era firmar su contrato de venta a ese equipo de la élite europea.

Chicharito es un jugador diferente: no le teme a las alturas, pero tiene los pies bien puestos sobre la tierra. A diferencia de jugadores como Hugo Sánchez o Rafa Márquez, Hernández llegó directamente a uno de los equipos grandes del viejo continente. Aun cuando los mencionados jugadores militaron en el Real Madrid y Barcelona, respectivamente, lo hicieron tras dar sus primeros pasos en equipos de menor envergadura, como son el Atlético de Madrid y el Mónaco. Ha jugado poco, pero ha respondido mucho. Se ha vuelto común ver en el periódico noticias sobre los goles de Javier. No ha necesitado ese tan defendido proceso que, supuestamente, deben pasar todos los jugadores antes de ser capaces de echarse equipos a los hombros, de tener enormes responsabilidades y de responder haciendo las cosas bien. Anotó gol en su debut con el Guadalajara, en su debut con la selección, en su debut en Copa del Mundo y en su debut en el Manchester United. Nunca se ve al Chicharito sufriendo en la cancha; por el contrario, disfruta cada partido y no se amilana cuando tiene que enfrentarse a defensores férreos como John Terry o Rio Ferdinand. Tampoco se pierde en la cancha a la sombra de Rooney o Berbatov. Por el contrario, Hernández ha sido capaz de convertirse en un excelente compañero para ellos, pues asiste, pasa, juega, defiende y, cuando le toca (sin querer siempre hacerlo), define como solo los grandes delanteros saben hacerlo.

Chicharito mete gol de cara, de nuca, de taquito... Es el mejor delantero (sin duda, muy a pesar de aquellos que dicen lo contrario) que ha habido en el país, desde Jared Borgetti y, quizá, desde Hugo Sánchez. Para dar una idea, en la primera campaña de Hugo Sánchez en Europa, anotó ocho goles en La Liga, mientras que Hernández ha anotado diez (y la temporada no ha terminado aún); Sánchez llegó como estrella consumada, mientras que Hernández a penas comienza su ascenso.

Pero, quizá, lo más sobresaliente de Javier no es su indudable capacidad goleadora que lo lleva a estar siempre en el momento exacto para iniciar jugadas o para terminarlas, sino su carisma y humildad. Escuchar hablar al Chicharito es siempre un gusto. En un mundo donde la gente que sobresale es, comúnmente, la más pedante (ejemplos sobran, como Cristiano Ronaldo y el mismo Hugo Sánchez), siempre escuchamos a Javier llenar de elogios a los contrarios, a sus compañeros, a la afición y, por si fuera poco, agradece el apoyo y la suerte de estar en ese lugar y remata (como el gran delantero que es) conque lo más importante no es su gol sino el ayudar a su equipo. Siempre sonríe a las cámaras, pero es una sonrisa amable, de amigo, no la altanera y burlona de Carlos Vela.

Chicharito es, además de ser un jugador diferente, una persona diferente. Podría ser un ególatra y tendría razón de serlo. Pero no lo es. Él demuestra su valía con trabajo y no con palabras. Demuestra en la cancha que es muy capaz y fuera de ella lo confirma. Es un fenómeno.

Me declaro un admirador de Javier Hernández, a pesar de ser más joven que yo. ¡Quiero ser como el Chicharito! ¡Viva el Chicharito! ¡Chicharito para presidente!

jueves, 10 de marzo de 2011

La vida es simple

Nuestras mentes están acostumbradas a enredar las cosas. Siempre vivimos con esa complicación de saber si debemos, si podemos, si se nos permite... ¡patrañas! La vida es demasiado simple... es más sencilla de lo que creemos:

O queremos, o no... o nos arriesgamos, o no... o buscamos, o no... o intentamos, o no.. o amamos, o no... o deseamos, o no... o vivimos, o no... o nos enamoramos, o no... o nos tomamos las manos, o no... o gritamos, o no... o somos justos, o no...

Les aseguro desde ahora que uno es más feliz cuando se da cuenta de esta simpleza de la vida. No más intentar en vano... no más autoengañarnos y convencernos a nosotros mismos de que esto es algo bueno y hay que hacerlo...

O queremos, o no. Punto.

miércoles, 9 de marzo de 2011

I realized quickly, when I knew I should...

Antes de comenzar esta nota, debo decir que esto ya lo había hecho mi buen amigo y colega Jorge García Celorio, pero creo que no le molestará que siga su ejemplo.


Veinticinco años se dicen fácil. Todavía recuerdo cuando, teniendo unos diez u once años, mi padre me explicó qué son las elecciones y que a los dieciocho años se puede votar. "Pero tú vas a votar hasta los veinte, porque no hay elecciones sino hasta entonces", me dijo. Me daba cuenta que me faltaban nada más ni nada menos que nueve para llegar allí. Ahora, ya han pasado cinco años de eso, ya voté dos veces y voy por mi tercera. Veinticinco años se dice fácil... se viven fácil.


Durante este tiempo he aprendido muchas cosas de la vida que me han marcado y me han guiado a través de las diferentes decisiones que he tomado (y las que tomaré). Es tonto decir que lo que se vive no le deja enseñanza; un escritor no puede desligarse de lo que ha vivido y siempre plasmará en sus escritos un poco de su vida. Así, en la vida, uno vive de acuerdo con las experiencias que ha adquirido.


De esta forma puedo decir que muchas experiencias y aprendizajes me han marcado y me hacen ser la persona que soy. Bueno o malo, soy quien soy por lo que he vivido y la gente que ha vivido esto conmigo. A todas esas personas les agradezco su cariño y su amistad y debo decirles que es gracias a ustedes que estos veinticinco años han tenido sentido. Por todo esto, quisiera hacer una reflexión sobre mi vida y lo que este cuarto de siglo ha dejado en mí.


Desde muy chico entendí que debe uno aceptar que existen círculos a los que pertenece, lo quiera o no: la familia, los amigos, la relación con la novia, el trabajo, la escuela... Y es importante aprender a darles prioridad. Mi familia, a pesar de ser, quizá, la familia no nuclear más desunida del mundo (mis padres y yo tenemos una excelente relación, pero fuera de ello, son muy pocas las ocasiones en las que convivimos con mis tíos, primos, abuelita, etc.), nos queremos muchísimo y somos la primera prioridad siempre, antes que los demás. Eso nos ha costado relaciones, sin embargo, estoy seguro que ninguno de nosotros nos arrepentimos.


Eso de las prioridades, sin embargo, me complica la vida. Siempre he vivido tratando de cumplir con esos círculos. Si pueden leer, dentro de los círculos, no incluí uno que diga "la relación con uno mismo", porque siempre la dejo al final. Me cuesta mucho trabajo darme tiempo para mí mismo, porque trato de cumplir con todo lo demás antes. Esto normalmente me complica las cosas, pero no me molesta. Así he vivido hasta hoy.


Otra cosa que aprendí desde pequeño es que no hay mejor momento en la vida que cuando ríes con tus amigos a carcajadas. Soy una persona solitaria - a la fuerza al ser hijo único -, pero sé que el pasar tiempo con los amigos es maravilloso.


Aprendí que soy una persona demasiado fría. Es muy difícil llegar a ser mi amigo (realmente amigo). Pocas personas saben lo que pienso y lo que siento, porque nunca aprendí a externar lo que traigo dentro. Mi familia así es y así crecí. Sin embargo, si llegas a ser mi amigo(a), puedes estar seguro(a) que puedes contar conmigo para lo que sea y que, aun cuando no siempre me acuerdo de ti, nunca dejarás ese lugar en mi corazón.


En estos veinticinco años he aprendido que existe gente que se queda en tu corazón aunque no valga la pena y gente en cuyo corazón, a pesar de creer que así fue, nunca dejaste huella. Ese sentimiento es extraño y doloroso, pero es real y creo que todo mundo lo ha sentido. Por otro lado, existe ese sentimiento grandioso de haber trascendido en el corazón de alguien que no esperabas y que logra ser una persona muy importante en tu vida.


Existe una frase que les escribí a mis alumnos hace un año que decía algo parecido a esto: "Si no encajan en un lugar, NO ENCAJAN. La vida es como el tetris". A fuerza de palos he aprendido esto. A veces, uno quiere forzar algo en los sentimientos de los demás, lo cual es inútil (no digo que es tonto, porque todos lo hemos hecho y, la verdad, no es tan malo). No digo que nunca más lo vaya a hacer. Es más, no puedo decir que no lo esté haciendo o lo haya hecho recientemente. A veces, las piezas entran muy a fuerza e, ingenuamente, creemos que siempre es así y siempre lo intentamos, aunque no haya ningún indicio de que sea así. No digo que no hay que hacerlo, simplemente hay que estar preparados para cuando nos demos cuenta de que hay que desistir.


Aprendí a querer mucho. Realmente, si alguna vez te he dicho que te quiero (aun si fue en una borrachera), es porque te quiero y eso nunca muere.


Me gusta escribir y, aunque no puedo decir que lo hago bien, lo hago con la regularidad y he mejorado. He aprendido que no hay manera mejor de compartir lo que uno piensa o siente, que con la palabra escrita. Las palabras orales normalmente se las lleva el viento (Platón, Homero y Pitágoras son excepciones interesantes, pero unas de las pocas), mientras que lo escrito se queda para siempre. En cuanto dé clic al botón de publish de esta nota, lo que haya escrito quedará para siempre en el ciber espacio. Aun cuando lo borre, en algún momento estas palabras dejaron de estar en mi memoria ROM y pasaron a ser parte del universo de bits. De la misma manera, al imprimir un libro (o publicar un cuento), se plasman en papel las ideas y, especialmente cuando regalas una copia, quedan para siempre en un papel que no podras destruir. Si hubiera un trabajo al que quisiera dedicarme es a ser escritor.


La vida me ha enseñado que enseñar es la actividad más gratificante que hay. La posibilidad de influir en las mentes de quienes van a mandar al mundo en un futuro me llena de un entusiasmo que, dudo, encontraría en otra actividad. Si bien, mi profesión soñada es la de escritor, el ser escritor es una actividad egoísta: escribes lo que piensas y ya. El enseñar es un oficio que se comparte con el alumno. El profesor aprende mucho más de los alumnos que los alumnos del profesor y eso, aunque suene cursi, me hace sentir muy afortunado de ser profesor.


Aprendí, aunque, desafortunadamente no he podido ponerlo en práctica, que el haber tenido la vida que he llevado (la familia en la que crecí, las amistades que he recolectado, la educación que he recibido, las herramientas que se me han proporcionado), me obligan a retribuir a la sociedad lo que se me ha brindado. Pienso (y en eso sé que muchos MUCHOS de mis amigos difieren conmigo), que uno no debe ver solamente por sí mismo y que antes de asegurar la libertad en el mundo, se debe asegurar la justicia. Creo firmemente que una persona no puede ser libre mientras no compita en las mismas condiciones con aquellos que deberían de estar a su nivel. No puede ser que se diga que una persona es pobre porque no ha asumido su libertad de ser rico, cuando las reglas de competencia no son lo suficientemente justas como para que pueda asumir esa libertad. Por otro lado, no se puede decir que una persona es libre de hacer lo que quiera, cuando lo que hace afecta a los demás (incluso indirectamente), especialmente cuando esa gente a quien se afecta no entiende que se le está afectando. Algún día quisiera dedicarme a asegurar esa justicia para que todos podamos ser libres.


He aprendido que la gente que lo rodea a uno es la que hace que la vida sea tan maravillosa como es. He aprendido que la distancia es solamente una ilusión y que, gracias a las ventajas de la tecnología, se puede tener una amistad sincera aun con gente que vive en otro continente. Que las amistades más antiguas nunca mueren, si fueron amistades en realidad. Que las amistades nuevas son igual de buenas, pero solamente sabremos si fueron reales al pasar los años. Que uno no conoce realmente el mar si no ha visitado Skagen o ha viajado en barco con sus amigos. Que un fin de semana en Chapala es suficiente para calmar cualquier nostalgia. Que vivo enamorado siempre, pero nunca amando. Espero algún día ser amante, no enamorado.


He aprendido que nunca se deja de aprender y que, el día de mañana, si muero, moriré en paz porque sé que he aprendido lo que he tenido que aprender hasta hoy... pero siempre con ganas de aprender más.