martes, 24 de febrero de 2009

Qué raro es todo...

El otro día me enteré de una noticia. No fue de política ni de economía. Ni siquiera fue de deportes. Fue una noticia de vida. Y, como la mayoría de las noticias, llegó de golpe, sin darme cuenta, sin esperarla ni un poco. Me enteré de una ruptura, un desprendimiento, un adiós.

Ese tipo de adioses hace mucho que no me tocan. De hecho, una de las parte involucradas en esa desunión estuvo involucrada en ese último adiós al que me refiero. Tú, rompiste con él, mi amigo de antes de conocerte, tu novio después de irte, de irnos.

Cuando iniciaron su noviazgo, lo acepté, porque no podía hacer otra cosa: ya no éramos nada y nunca más lo seríamos (los dos estábamos de acuerdo en ello, aunque acordamos, inútilmente al parecer, ser amigos). Sin embargo, siempre hubo un sentimiento extraño, como una punzada al verlos juntos. Y no es que no te deseara felicidad; al contrario, eres(as) mi amiga, también, y, como te dije una vez, el cariño nunca muere. No es que no le deseara felicidad a él, tampoco. Era el verlos juntos lo que me generaba un sentimiento extraño aquí en mi panza, donde alguna vez hubo mariposas por ti.

Era raro cuando te veía, porque ya no ibas a verme a mí (elegiste a un compañero de carrera, ¡Qué original!). En una ocasión, había alguien de tu misma complexión parada de espaldas adonde yo estaba. Por un momento, mi subconsciente imaginó que había viajado en el tiempo dos años atrás, cuando hubieras estado esperándome y mi instinto me hizo querer, por ese instante, ir hacia ti y abrazarte.

Tampoco puedo decir que te extrañe. Te quiero y no lo puedo negar, el corazón es así: nunca olvida. Sin embargo, no son ganas de volver contigo lo que siento; es la soledad. La pinche soledad: esa hija de perra que por las noches se vuelve insoportable.

Antier fue tu cumpleaños y, como desde que te conocí, te felicité. Con motivo de esto, decidí revisar mi correo electrónico y ver lo que te había escrito hace un año. Así, leí un mensaje que me enviaste hace mucho tiempo, justo cuando habíamos terminado, donde me decías que querías ser mi amiga, me pedías perdón por los errores (cometidos por los dos), que llevaron al fin de nuestra relación amorosa y por haberme atacado después de cortar, al punto de que personas que me conocían y eran mis amigos, dejaron de hablarme por quién sabe qué cosas que les habías dicho sobre mí.

"¡Menuda definición de amistad!", pensé. Desde hace buen tiempo no sé de ti. No es que me importe... ¿O sí? Ya no lo sé. Qué raro es todo. Me hubiera gustado seguir sabiendo de ti. Y, ahora que sé que ya no están juntos, me hubiera gustado saber cómo estabas, si podía hacer algo por ti, si necesitabas un amigo... No fui bienvenido en tu nuevo presente. Ni modo.

Feliz Cumpleaños, es lo único que puedo decir ahora. Cada año, recibirás mi correo. Cada año esperaré el tuyo. Ojalá que, cuando lo reciba, esté menos solo que ahora, que hasta ganas me dan de escribir sobre ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario