domingo, 27 de junio de 2010

Esférico 2010 - Parte III. Mil veces ¡Arriba México!

(La afición y los medios mexicanos)

Le título suena extraño. No es normal cambiar el "viva" por "arriba". Como que recuerda a algo. Quizá, quienes hayan ido a ver un partido del Atlas hayan escuchado esa porra en el sonido local: "Mil veces arriba el Atlas". Y parece que fuera lo mismo... Parece que los mexicanos cambiáramos nuestras respectivas camisetas para volvernos atlistas cada cuatro años.

Si bien la afición del Atlas ha festejado un campeonato, éste sucedió hace tanto, que gente de casi sesenta años ha nacido y muerto sin haberlo visto. Por otro lado, han descendido en tres ocasiones. Y aun así, la "hinchada" rojinegra sigue apoyando a su equipo. "Al Atlas aunque gane", dicen. "Mil veces arriba el Atlas".

La afición mexicana tiene esa misma actitud con la selección. No importa que tengas a Hugo Sánchez, Jorge Campos, Ramón Ramírez, Jared Borgetti, Cuauhtémoc Blanco, Carlos Salcido o Andrés Guardado, siempre, cada cuatro años, el Tri vuelve con las manos vacías de la justa mundialista. Ni modo, otros cuatro años de esperanza porque se pueda ganar ese maldito primer partido de eliminación directa de donde no se ha pasado jamás. México tiene jugadores para llegar lejos. Corea del Sur llegó a semifinales sin jugadores de renombre y Portugal sorprendió en Alemania al complicarle su pase a la final a los franceses. Croacia sólo traía a Suker y Bulgaria en 1994 estuvo cerca de la final. Si es así, ¿por qué un México con Salcido, Márquez, Dos Santos, Guardado, Barrera, Juárez, Moreno, Maza, Chicharito, entre otros, no puede llegar más allá de octavos? No está de sobra recordar el gol de Argentina en fuera de lugar, pero el arbitraje se discutirá en otro momento; pero, por otro lado, tampoco vale decir que la llave de México resultó la más complicada de todas en 2010. Cada cuatro años es lo mismo. Cada cuatro años es la misma historia.

Parece que se tienen déjà vues cada ciclo mundialista. Es como ver la misma película, con la misma historia, los mismos personajes, las mismas malditas esperanzas y con el mismo final, cada Copa del Mundo. "Sí se puede". "Viva México". "Ora sí, nos los vamos a chingar". ¿Y qué pasa? Lo de siempre: regresar con la cabeza baja y con más excusas que explicaciones.

Es interesante cómo quieren vender cada cuatro años una esperanza de humo. La prensa le vende a una afición impresionable y soñadora, la idea de que México va a quedar campeón del mundo. México no está hecho para eso. Al menos no por ahora. Eso es para países donde abunda el talento (Brasil, Argentina), donde se tienen estructuras deportivas y futbolísticas sólidas (Alemania) o donde simplemente se han hecho bien las cosas en la liga local (Italia). México no tiene ninguna de esas características. Tiene excelentes jugadores que no le piden nada a otros (Rooney no anotó ningún gol en el mundial de Sudáfrica, Hernández dos, por ejemplo). A pesar de ello, México no está para quedar campeón.

Este equipo que participó en Sudáfrica es, quizá, el mejor combinado mexicano de la historia. Sin embargo, regresan así, como siempre. Y empezamos otra vez con la misma película. Mi preocupación en esta ocasión no es, a pesar de lo que puede parecer, la película, sino que seguimos pagando la entrada.

Una de las razones más importantes que mantienen con un solo campeonato al Atlas mientras otros equipos tuvieron su primer copa después y son hasta diez veces más exitosos, es, sin duda, esa idea de "La Fiel". Su afición apoya incondicionalmente, vende esa idea y se la compran. Y está bien, son la "hinchada" más leal de todas. Tachan a los demás de "vende banderas" y, aun cuando estén cerca de descender, llenan el Estadio Jalisco cada quince días. "Al Atlas aunque gane". No les exigen y no sienten la presión de perder el apoyo en las tribunas (y el dinero que se genera, además). Es un equipo que está en una posición muy cómoda. Otros equipos, como el Guadalajara, el América y el Toluca, cuando juegan mal, tienen sus tribunas vacías. Y los tres equipos mencionados, tienen diez campeonatos o más.

"Al Tri aunque gane". La Selección, sus patrocinadores y los medios, venden esa idea de apoyar incondicionalmente al equipo mexicano. Y la afición, repito, compra esa idea y enciende los televisores cada partido de octavos de final de mundial con la esperanza ciega de que se logre trascender más allá... Y pierden. Ya será para la otra. Ni modo. ¡Viva México! ¡Viva la Selección! No ganaron, pero ¡qué bien jugaron! No ganan, pero juegan bonito... como el Atlas.

Alemania nunca ha perdido en octavos de final, ha quedado campeón tres veces y son, básicamente, dueños de toda la infraestructura futbolística (balón incluido). Festejan si ganan. Si no, se revisa en qué se falló y se busca la manera de resolverlo. En Brasil no es considerado un fracaso perder en octavos, sino el no ser campeones mundiales; es famosa una imagen de aficionados derribando una estatua de Ronaldinho tras el mundial de 2006. Italia regresa derrotado y agreden a Cannavaro. ¿Y, en México? Nada. Ahí para la otra.

Se debe aprender a celebrar las verdaderas victorias. México vence a Francia en fase de grupos y los aficionados nos arremolinamos y empujamos en la Minerva, la Macroplaza o el Ángel de la Independencia. Celebramos, pero, me pregunto, ¿qué celebramos? No se ha ganado aún nada en la selección mayor. Se pierde y no se reclama, no se exige, no se pelea. Los aficionados somos los que soportamos este circo llamado futbol y, aun así, nos hemos acostumbrado a perder. Vale la pena, por ello, replantear qué celebramos y qué exigimos, porque sí hay talento, simplemente no se llega más lejos.

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