No comenzaré este texto diciendo que México está perdido, se
nos fue de las manos y está desahuciado. No comenzaré mencionando las lágrimas
de las 180 mil familias de los muertos de Calderón y Peña Nieto. No comenzaré recordando
Ayotzinapa, a los normalistas y a la zozobra de no saber dónde están… Corrijo y
replanteo: sí comenzaré este texto así.
Mi país no es mi país. De mi país quedan sólo los casquillos
de las balas disparadas contra nuestros hermanos, restos polvorosos y quemados
de un presente que más y más se asemeja a una película de guerra o de terror.
Nos hemos acostumbrado al miedo. Antes, hace no tanto, salíamos a la calle con
la preocupación de saber si regresaríamos con vida. El tiempo, a fuerza de la
obligación constante de seguir avanzando, nos ha ido quitando ese desasosiego,
pero no el riesgo de morir en el intento de vivir. Si mañana no llego a mi
casa, sé que llorarán por mí, como han llorado por los otros 180 mil muertos.
No seré un número más, a pesar de que quieran convertirme en uno. Los 180 mil
no son un número, son pies que no tocan más el suelo, son pulmones que no se
llenan más de aire, son carne que se va pudriendo, más por el virulento
ambiente que los contamina, que por la muerte misma y sus estragos.
“Hoy no puedo dar clase; me faltan 43 alumnos”. Iguala. Ayotzinapa.
México. Nos faltan 43… Corrijo y replanteo: Nos faltan 35 mil personas desde
2006. Y ahora nos faltan otros 43. Cuarenta y tres butacas vacías. Cuarenta y
tres risas menos por los pasillos. Cuarenta y tres salones menos sin
profesores. Cuarenta y tres. Como profesor no puedo sacarme de la cabeza esa
frase: “No puedo dar clases”. Me duele. Me duele en algún lado, no sé dónde,
pero me duele. Me llegan ganas de vomitar. Me desgarra por dentro con la fuerza
de una explosión, con la fuerza de un microbio mortal. "Vivos se los llevaron y vivos los queremos". No soy su maestro, pero
me duele aun así. No sé qué haría si me llegaran a faltar cuarenta y tres
alumnos. No sé qué haría si desaparecieran cuarenta y tres de mis alumnos… Corrijo
y replanteo: no sé qué haría si desapareciera tan solo uno. Creo que no lo
superaría. México: te faltan 43 alumnos… te faltan 35 mil alumnos… te faltan
215 mil alumnos. ¿Lo superarás?
No terminaré este texto diciendo que tenemos que hacer algo,
que México está perdido y se nos fue de las manos y tenemos que recuperarlo, que
mi sangre mexicana siente todavía miedo y siente todavía dolor y siente que
podemos hacer algo y que hay que hacerlo. No cerraré diciendo que no todo está
perdido si tenemos la decencia y la moral y las ganas de recuperarlo. No
termino diciendo que me duele todo porque me duele mi país y mi país es todo.
No terminaré diciendo que México debe despertar y librarse del triste y
moribundo México que nos han impuesto a fuerza de balas, drogas, fraudes,
muerte… Corrijo y replanteo: sí terminaré así. México, debemos despertar.
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